jueves, 1 de marzo de 2007

Igor, de Quilmes

Me pareció interesante su post, así que cito al Sr. Bustelo:

February 27th, 2007
A la mañana siguiente de compartir unas Stella Artois con amigos, me levanto con un dolor de cabeza propio de haber sufrido una trepanación, o ingerido un cóctel de conservantes permitidos. O mejor dicho, aún no prohibidos por la Convención de Ginebra.

En el reverso de la Stella Artois, me entero de que la produce Cervecería y Maltería Quilmes S.A. La misma que produce la cerveza Quilmes, que hace años dejé de consumir por encontrarla culpable de resacas criminales. Y por no poder asegurar el mismo gusto en dos latas de la misma marca adquiridas el mismo día. Lo cual la rebaja de "Cervecería y Maltería", a una mera embotelladora. Ya no de cerveza, sino de cualquier líquido amarillo que puedan recubrir de vidrio o aluminio.

A la semana siguiente, decido llevar a cabo un experimento científico. Me junto con los mismos amigos, hablamos de las mismas pelotudeces, ingerimos la misma cantidad de cerveza. Pero, en esta ocasión, de otra marca: Heineken. La marca que hace algún tiempo producía Cervecería y Maltería Quilmes, cada vez peor, hasta el día en que se fundió con Brahma.

Al día siguiente del experimento, me despierto con la sensación de encontrarme en mi propia cama, y no en el post operatorio de un hospital que ofrecía descuentos a quienes prescindieran de la anestesia. Efectivamente, el problema era la cerveza. O lo que sea que haya venido en esas botellas.

¿Por qué Quilmes embotella semejantes bazofias?

Una posibilidad es que les dé lo mismo: la gente confía tanto en las marcas que representan, que compra las botellas que las presenten sin considerar la posibilidad de evaluar su contenido.

Otra posibilidad -en realidad, una justificación de la anterior-, es que Quilmes sea víctima de su propio éxito. Superados por la demanda, están obligados a acelerar la producción de alguna manera. Por ejemplo, agregando químicos. Es sabido que las bodegas que perpetran vino en cajita, por ejemplo, le agregan ácido sulfúrico para que reaccionen los taninos y den color de vino maduro a lo que aún le faltan meses de estacionamiento. Desconozco los agregados que se estilan para la cerveza, pero a juzgar por sus efectos, creo que a Saddam lo ahorcaron por mucho menos.

La otra posibilidad es que, a pesar de haber cambiado de dueños y accionistas, Quilmes no haya logrado deshacerse de Igor. Este personaje transcurriría sus días encerrado en un cuarto secreto de la planta, al que habría convertido en laboratorio. Y cada tanto y sin que nadie lo vea, se acercaría a los piletones de fermentación, para volcar los humeantes y malolientes productos de sus experimentos. Su plan sería salir a dominar el mundo mientras éste, inutilizado por la resaca, se ahoga en su propio vómito.

1 comentario:

Fernando dijo...

Después no entienden por qué no me interesan las bebidas alcohólicas.